Fiol Villageliú P. Enrique Miguel
(1916 - 2002)
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A punto de ser dado de alta, mientras esperaba los trámites
para que la Clínica le dejara en libertad (condicional,
a fin de cuentas), parece que la Naturaleza prefirió
que se quedara a mitad del camino. Falleció prácticamente
solo, --todos lo hacemos así--, en la tarde de ayer miércoles
7 de agosto, cuando había cumplido 86 años de
edad y había recorrido 61 en la Compañía
de Jesús.
Un cronista o biógrafo anónimo escribió
en 1991 unas notas sentimentales más que biográficas
con motivo de sus Bodas de Oro en la Compañía.
Y lograba retratar mucho de lo que el contacto y más
el rumor público nos ha dado a conocer a Enrique Fiol
durante esta larga caminata. Su afán vital por enderezar
entuertos, como el otro caballero de la Mancha, su dedicación
a la gente, su capacidad de análisis crítico,
en fin su carácter que a muchos les pareció buscar
líos donde no los había, pero que a fin de cuentas
era un deseo sincero por hacernos ver que las cosas no son tan
sencillas como parecen.
Cuando ingresó en el recién estrenado noviciado
de Cienfuegos el día de Nochebuena de 1941, junto con
Juan Manuel Dorta-Duque, hacía ya 25 años que
había salido de Puerto Padre, ahora en la Provincia de
Las Tunas, y entonces en la de Oriente. Estudió en La
Habana, hizo ejercicios, como tantos lo han hecho y lo harán,
y decidió enrolarse en una aventura nueva. Bajo la dirección
del P. Pedro Abad, cumplió sus dos años reglamentarios,
hizo los votos del bienio (24 diciembre 1943), siguió
en aquella casa el Juniorado, pero lo terminó en El Calvario,
en las afueras de La Habana. Estudia Filosofía en España,
un año en Comillas (Santander) y otro en Chamartín
(Madrid). Hizo una breve experiencia de magisterio en el Colegio
de Vigo durante un solo curso, y fue enviado a estudiar Teología
(sin reducirle el tiempo), en la Universidad de Comillas. Fue
ordenado sacerdote el 24 de julio de 1951, siguió su
cuarto año, y cumplió con la Tercera Probación
en Salamanca (1952-1953).
Fue entonces cuando regresó a su país, y desempeñó
una serie de oficios que sólo podría hacerlos
quien es dócil y no pretende ser más que nadie.
Fue ayudante del maestro de Novicios, profesor en el colegio
Sagrado Corazón de Sagua, --allí empezaron a ver
sus habilidades de enfermero--, director de ejercicios en El
Calvario (allí hizo sus últimos votos el 2 de
febrero de 1954), espiritual y profesor en el Colegio de Belén,
profesor en Santiago de Cuba, y por fin, cuando la Historia
y las cosas obligaron a todos a alterar su ritmo de vida, párroco
sustituto en su pueblo de Puerto Padre.
La cosa no acabó ahí. Fue párroco ambulante
de Camaguey, Ciego de Ávila, Jatibonico, Florida y Esmeralda.
Sus ojos no resistieron y fue necesario operarle en Barcelona
en 1969. Al terminar su tratamiento, cruza el charco, pero esta
vez le toca Santo Domingo, donde empleó buena parte de
sus últimos 32 años de vida. Aquí fue párroco
en Villa Altagracia, y otra vez la vista le traicionó,
pero una vez repuesto, empezó a trabajar durante seis
años en el Colegio Agrícola de Dajabón,
y un año más de Secretario del Instituto Politécnico
de San Cristóbal.
Un breve paréntesis pastoral (1978-1980), entre Miami
y Puerto Rico, y regresará a Santo Domingo , dedicando
cuatro años a Cutupú (1980-1984), orientador y
profesor en el Politécnico de San Cristóbal, una
breve pausa para recuperar sus fuerzas después de un
ataque al corazón, y un cambio de rumbo. Lo que había
revelado ya en Sagua en la década de los años
cincuenta, lo hizo oficio permanente. La enfermería de
Manresa tuvo en él, con un nuevo paréntesis en
Cutupú en 1991, un capellán diligente, un buen
administrador, un cuidador celoso del órden.
El que pasaba por su lado tenía que oirle, ni los periódicos
se escapaban de su afán de corrección, y los que
le rodeaban en sus años de trabajo en el Liceo de Cutupú,
no sólo se sorprendían de lo que sabía
y de lo claro que explicaba todo: sin saberlo habían
entrado en contacto con un jesuita convencido de que su labor
era más eficaz, convincente y directa en la conversación
que en la clase bien preparada y docta que se vende por sí
sola o, lo que es peor, que quizás ya no tiene comprador.
Enrique Fiol, descansa en Paz.
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